jueves, 25 de julio de 2024

LA PEOR JUGADA (cuento de Verónica Silva)




  El 25 de junio de 1978 nuestro país, futbolísticamente “tocó el cielo” ganando su primera copa del mundo ante el triunfo por 3 a 0 a Holanda. El fútbol fue un circo armado y maniobrado por los militares para la perfecta distracción del pueblo mientras ellos realizaban su propio juego.

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  Clementina Muñoz aquella tarde de invierno jugaba en la vereda mientras saludaba a cada uno de los invitados que iban llegando a su casa. Éstos, entraban por uno pasillo el cual los conducía directamente a un galpón .Su padre, representante del Frente Izquierda Popular, hacía allí sus reuniones clandestinas junto a varias personalidades: políticos, médicos, artistas, etc. Pero ese día dejaron por un rato la militancia para convertirse en espectadores de un acontecimiento único e irrepetible: “La selección Argentina a punto de ser profeta en su propia tierra”

  Clementina, como todas las semanas en el día de las reuniones, sé quedó con su madre en la casa ubicada en la parte delantera del terreno, allí mientras su progenitora tejía, ella jugaba con su TIKI –TAKA. Comieron, hablaron y rieron mucho viendo a Los tres chiflados, de vez en cuando, se asomaban y miraban hacia el galpón donde solo se podían ver las siluetas de los invitados saltando y festejando. Todo era una eufórica fiesta. 

   17:20 PM(…) Tarantini toca la pelota para Bertoni (…) suena el timbre en casa de los Muñoz,(…)Bertoni abre a su derecha para Kempes(…)la mujer sobresaltada  se asoma a la puerta(…)“El matador” sale corriendo dejando atrás una camiseta anaranjada(…) dos hombres robustos la sujetan por los brazos (…)En el borde de la medialuna del área deja la pelota nuevamente para Bertoni(…) una persona encapuchada  toma de la mano a la niña(…)Bertoni la devuelve de primera haciendo que la pelota golpee en la parte superior del cuerpo de Kempes y quedándole detrás (…) la conduce, junto a toda la gente que se encontraba en el galpón ,hacia la calle, metiéndolos de inmediato a unos autos negros que simulaban ser parte de la caravana del festejo, púes llevaban en su capot bocinas y banderines albiceleste(…)Se produce un extraño choque entre Kempes y Bertoni, este ultimo logra retener la pelota y a último momento evita que una “naranja mecánica” robe el esférico(…) el galpón seguía hermético como todas las semanas(…)Bertoni saca un derechazo que infla la red del arco neerlandés (…) nadie escuchó los pedidos de ayuda desesperados de la mujer(…)GOL argentino, el Monumental explota, el país explota ,no hay lugar en la argentina donde no se sienta la pasión(…)el galpón en silencio, quizás el único lugar donde no se festejó a la Argentina campeona del mundo por primera vez, quizás el único lugar del país donde se oyeron llantos que no fueron de felicidad.

  La niña, al salir de la casa atinó a mirar a su alrededor, todos los vecinos gritaban exaltados: Argentina!..Argentina!...Argentina!, pero de pronto la distrajo  un portazo, una frenada, un camión lleno de hinchas, las calles desbordadas. Don Cholo, el churrero, envuelto en la bandera con los colores del seleccionado argentino, Marta, la señora del quiosco, saltando con sus nietos, todo el barrio estaba en la calle. Clementina observaba a través de los vidrios oscuros del automóvil pensando que al final del camino se reencontraría con sus padres. Pero le llevó tiempo darse cuenta que eso sería imposible; su rapto no era parte del plan sino más bien fue un castigo malicioso hacia su padre quien no sufriría la misma suerte de su hija, ya que él no tendría tiempo para pensar en su familia, ni siquiera para volver a ver la luz del sol.

  El tiempo siguió rodando, y las heridas se agrietaron más aún, Clementina iba creciendo y con ella los recuerdos borrosos y hasta posiblemente inexistentes. La mirada cavilante de su madre al verla partir con aquellos hombres, el desconsuelo por no haber pedido ayuda al salir de la casa, la atormentaba, pero también era consciente que nadie la hubiese escuchado  porque aquella noche todos tenían las miras puestas en el Monumental junto a Kempes y a Bertoni, los héroes de la gran final.

  Hace un tiempo volvió al lugar de los hechos, o creyó que era ése el lugar, interactuó con algún vecino pero nadie la recordó y tampoco a su familia. Caminado por la vereda, acongojada y cabizbaja, escuchó una gran algarabía y cuando miró hacia la esquina, vio a un camión lleno de gente festejando y gritando: Argentina!...Argentina!...Argentina!!

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  Hoy a 46 años del hecho, yo, Clementina Muñoz, sigo con mi alma desierta, no he podido renunciar a los recuerdos ni al dolor. Soy la  niña de 4 años que sueña en abrazar a sus padres y a seguir jugando al TIKI-TAKA mientras veo a mi madre tejer sentada en el sillón.

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